jueves, 9 de julio de 2009

El sUfRiMieNtO Del SilEnciO....


En la práctica enfermera se presenta una gran cantidad de ocasiones en las que hay una clara falta de comunicación entre el enfermo, la familia y el propio personal sanitario. Es común ver a muchos enfermos engañados por sus familiares y por los profesionales que le rodean; más aún si estos enfermos presentan una enfermedad grave.
No hay que olvidar que el paciente tiene derecho a ser informado y a tomar las decisiones oportunas en cuanto a su tratamiento -siempre y cuando se encuentre en condiciones adecuadas -.
La familia oculta información al paciente, para evitar daño. El paciente, a su vez, no muestra sus inquietudes o miedos a sus familiares, para evitarles sufrimiento. E incluso, es frecuente observar a pacientes conscientes de su realidad, antes de ser informados de ésta.
El personal de enfermería se encuentra así, a menudo, sin saber cómo actuar. Vemos, a este punto, cómo las tres partes contribuyen a la creación de un ambiente de desconfianza que en nada ayuda al paciente y su familia.

Es verdad que la tarea de informar corresponde al personal médico. Pero, como parte del personal de enfermería he de decir, que por nuestra cercanía al paciente nos encontramos abrumados de preguntas a las cuales nos es difícil responder, bajo riesgo de ir en contra de una decisión familiar o autoridad médica –aunque no siempre esa decisión sea la más correcta-. Ahí ha de intervenir nuestro tacto y el “saber decir” en pro de la verdad.

Hay unos principios básicos a respetar en los que se favorece la comunicación. Así es como realmente evitamos el sufrimiento del silencio. No debemos olvidar la unicidad del paciente, por tanto es justo en la entrevista con el mismo y con la familia cuando se debe interpretar hasta dónde el paciente desea saber y las condiciones en las que se encuentra para ser informado.

No podemos olvidar que el INFORMAR al paciente no sólo es un acto puntual; en todo momento es nuestro deber tener un trato cercano con el enfermo y su familia. Sólo así hacemos de la comunicación un proceso; esto es, un acto continuo, en el cual la relación de ayuda se cumpla de forma afectiva.

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